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martes, 29 de octubre de 2013

La convivencia entre políticos y barrabravas "Los Andes"


La convivencia entre políticos y barrabravas

Lo sucedido en el sepelio de un jefe de la barra brava de Colegiales, club que milita en una categoría inferior del fútbol argentino, dejó en claro la existencia de la fuerte convivencia y complicidad entre hinchas violentos y la dirigencia política y deportiva. 

 

 


Los barrabravas se han convertido en un verdadero flagelo para el fútbol argentino y todo indica que, por ahora, no hay posibilidades de ponerles punto final. En ese marco, la familia dejó de ir a las canchas y las tribunas son ocupadas por los violentos y por algunos pocos que tratan de enfrentar casi infantilmente una realidad cada vez más peligrosa.

La violencia, entonces, se ha trasladado inclusive al interior de las canchas, como lo demuestran los lamentables hechos acontecidos días atrás en el partido entre Godoy Cruz y Boca.

Sin embargo, en lugar de enfrentar el problema con la seriedad que el caso exige, tanto las autoridades como  la dirigencia del fútbol buscan soluciones facilistas, como no dejar entrar a las entradas visitantes -calificadas en algunos casos como “neutrales” para lograr réditos económicos- cuando la realidad marca que si se eliminara la violencia en el fútbol, las tribunas volverían a poblarse, pero en este caso con gente que concurriría con el solo objetivo de disfrutar de un espectáculo deportivo.

En Europa se dispusieron drásticas medidas para acabar con el flagelo, estableciéndose leyes que determinaron que quien cometa algún tipo de desmán en una cancha de fútbol no podrá ingresar de por vida a ningún espectáculo deportivo, incluyendo la actividad amateur. Con la sola aplicación de esta medida, desaparecieron los famosos hooligans e hinchadas violentas y en la actualidad los campos de juego no cuentan ni siquiera con alambrados olímpicos, y las hinchadas no necesitan “pulmones” para evitar enfrentamientos.

Sin embargo, ese tipo de medidas resultan por el momento de imposible aplicación en la Argentina, porque existe una verdadera convivencia entre los violentos y la dirigencia política y deportiva. A pesar de que todos lo niegan, esos dirigentes saben perfectamente qué hacen y cómo viven los barrabravas. Y los apañan porque los utilizan también para las campañas electorales y, si es necesario, para amedrentar a los posibles adversarios en la actividad política.

El mejor ejemplo quedó plasmado días atrás, en oportunidad del sepelio del jefe de la barra de Colegiales, un equipo que figura en una de las categorías inferiores del fútbol argentino.

Los hinchas comenzaron realizando un piquete en una de las colectoras de la Panamericana y luego acompañaron el recorrido del féretro generando todo tipo de desmanes, agrediendo a personas, robando en negocios e hiriendo a personal policial. A tal punto llegó la situación que el cementerio fue liberado para los barras y los policías abandonaron el lugar.

El barrabrava muerto fue velado en el estadio de Colegiales “porque era un referente de la hinchada y del barrio”, dijo el presidente de la institución. El dirigente, que fue candidato a concejal por el Frente para la Victoria en Vicente López, vinculó a los supuestos asesinos con el secretario de Gobierno del municipio, conducido por el macrismo. Todos metidos “en el mismo lodo”, como dice el tango.

La dirigencia política deberá comprender de una buena vez que la gente es consciente de lo que está pasando; que sabe de esa relación inaceptable y que responde con la ausencia cada vez más notoria a los espectáculos deportivos. Deberá saber también que la reacción y el castigo a ese tipo de actitudes se da en las urnas, porque es la única forma pacífica de reaccionar.


Nota extraida de  "Los Andes"

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